Ya han pasado unos años desde que en 2017 el BID nos encargara realizar un documental VR sobre sus proyectos en Haití para concienciar a sus inversores de la necesidad de seguir apostando por el país, sumido en el caos y miseria agravados por el terremoto de 2010 del que aún se aprecian los efectos. 

Con diferencia ha sido el viaje que más me ha marcado, las distintas historias que nos encontramos allí, así como el estado general del país fue desolador. Por mucho que nos habían contado y prevenido, experimentarlo en persona fue tremendo, aquellos viajes de regreso a un hotel, casi cuartel (de muros altos rematados con concertinas), en los que no sabíamos dónde mirar ya, por la miseria que habíamos visto cada jornada de rodaje, y que seguía ahí tras la ventana de la furgoneta, en cada rincón, nos hacía sentir vergüenza, y pena, pero creo que sobretodo mucha vergüenza.

Era octubre de 2017, desde España nos llegaban noticias que ahondaban en esa vergüenza que sentíamos al ver las ruinas de aquel estado “fallido”, tenía ganas de transmitir a aquellos “revolucionarios”, las imágenes que veía día a día en Haití, para que hablaran con propiedad, de pérdida de libertades, opresión, de robos, miseria… de que la vida puede no valer absolutamente nada, si caes en el lugar inapropiado, pero bueno todo esto es para un capítulo aparte.

El equipo que fuimos desde España era realmente mínimo, César Urbina como Realizador, Javier Durá como operador de la cámara “convencional” (FS7) que llevábamos, y ayudándome con el sonido, y yo operando las  cámaras 360º. Allí se nos sumó Pierre a la producción Marisela y Antuan del BID, más el conductor y los guardaespaldas.

Aquel entorno “hostil”, no solo por la seguridad, sino también por el clima, fue nuestro banco de pruebas de la entonces, aún en prototipo Kandao Obsidian VR, cámara que después se convirtió en habitual en nuestros proyectos VR. 

Fueron diez agotadores días de rodaje, en los que por supuesto no todo fue triste, disfrutamos con la hospitalidad y cariño de muchos haitianos que nos abrieron las puertas para contar sus historias, y pudimos ver de primera mano los frutos de algunos de los proyectos propulsados por el BID, y que estaban permitiendo el acceso a recursos para nosotros tan básicos, pero allí tan difíciles, como el agua potable, educación, luz…

A menudo me viene el recuerdo de Haití, más aún con la situación que hemos vivido recientemente, y me pregunto cómo estarán aquellas personas que conocimos, como lo estarán viviendo allí, y me sigo avergonzando de lo privilegiados, pero sobre todo, de los estúpidos que somos.

Fuerza Haití